La muestra presenta cuatro obras de gran pureza y austeridad formal: Laib utiliza materiales naturales con una fuerte carga simbólica y vital, ajenos a los habituales en el arte, como la cera de abeja, la leche, el polen y el arroz, para suscitar un encuentro entre arte, naturaleza y espiritualidad. Las obras son concebidas como un ritual, un proceso íntegro conectado a un orden cósmico, a la mística de la naturaleza desarrollada por diferentes culturas y religiones. Siguen un proceso cíclico en el que se trata de preservar un sentido de pureza conectada al orden natural y que implica la recolección de los materiales en las estaciones y lugares específicos, el montaje meticuloso y el mantenimiento diario de las piezas, incluyendo el reciclado de los elementos que las integran.