Téophile Gautier, el insigne pintor, poeta, novelista y viajero (no olvidemos la pintoresca y romántica visión de España que legó al mundo) a quien Baudelaire tuvo el buen gusto de dedicar Las flores del mal, sentó las bases de la novela arqueológica al describir con una documentación y minuciosidad exhaustivas la vida en el antiguo Egipto, en los tiempos que precedieron al éxodo del pueblo judío cautivo de los faraones. La novela de una momia, narrada con un estilo casi pictórico, se inicia con el hallazgo en una tumba no violada en el valle de Bibán el Molok (necrópolis reservada a los varones de estirpe real) de la momia de una mujer, la bella Tahoser, hija del sumo sacerdote Petamounoph, por quien el faraón sentía una pasión ilimitada. Lord Evandale y el sabio Rumphius, responsables del hallazgo, quedan sumidos en el misterio: ¿por qué circunstancia extraordinaria, por qué milagro, por qué suplantación ocupaba este cuerpo femenino un sarcófago real en medio de un palacio críptico, digno del mas ilustre y poderoso de los faraones? Entonces, al despojar a la momia de su envoltura de tela, perfumada con vino de palmera, aparece un papiro...