PEDRO M. PIÑERO RAMÍREZ / JOSÉ MANUEL PEDROSA
Corte del rey don Pedro I el Cruel en el Alcázar de Sevilla, 29 de mayo de 1358. El joven rey convoca a su hermanastro don Fadrique, maestre de Santiago y, a su lllegada, da orden a sus ballesteros de que lo asesinen. Don Fadrique se revuelve y salta hasta una cuadra en la que es derribado, golpeado con mazas en la cabeza y rematado con el puñal que tiende el monarca a su mixto de cámara. "E desque esto fue fecho assentosse el rey a comer donde el maestre yazia muerto". Doña María de Padilla, la amante del rey, se habái dolido, en los instante previos al crimen, del destino que estaba a punto de borrar de este mundo a don Fadrique. Eso en lo que cuenta la historia. Un romance anónimo y oral que el pueblo cantó desde poco después de que fuese perpetrado el crimen, y que ha seguido siendo cantado durante más de seis siglos en pueblos y aldeas de España, contradice casi todo eso: afirma que don Fadrique fue atraído a Sevilla con promesa de torneos y de honores, para que su cabeza puediese ser presentada, en un plato, ante doña María, quien la había pedido en aguinaldo, añade que la cabeza fue arrebatada y custodiada por el piadoso alano del maestre, y que, arrepentido el rey, dio orden de encarcelar a la instigadora del crimen. Alguna versión tradicional añade que los tres, don Pedro, don Fadrique y doña María, se convirtieron en fantasmas condenado a errar eternamente. Historia y memoria, noticia y mito, realidad y ficción se conjugan y contradicen en un libro que, en su arriesgado viaje desde el centro hacia los márgenes de la fábula, recorre hasta treinta y seis obras literarias que evocan treinta y seis celadas que se resuelven en treinta y seis actos criminales. Julio César, los Sietes Infantes de Lara, los caídos del Cantar de los nibelungos, Caperucita Roja se cuentan entre las víctimas de Shakespeare, Lope de Vega y Borges, entre los autores intelectuales.