La zona más oriental del continente asiático representa en la historia del arte una región relativamente homogénea y rica en aspectos particulares. La inmensa China indudablemente ha ejercido, por antigüedad y por excepcionalidad, un influjo capaz de marcar de manera determinante a las regiones sometidas a su influencia cultural y, frecuentemente, también a su dominio político.Del mismo modo. Japón y Corea han asimilado estas influencias reelaborándolas en parte según su propia tradición.Cada país ha contribuido con un aporte personal e innegable al arte mundial: China, con su producción multiforme que hoy ocupa un lugar de excepcional relevancia en museos, colecciones y galerías de arte del mundo; Japón, con la evidente influencia (manifestada a partir de la mitad del siglo XIX) sobre las artes figurativas, la gráfica y la estética de Occidente; y, finalmente, Corea, con su antigua tradición en e arte de la cerámica y la caligrafía.También la tradición religioso-cultural del budismo, introducido originalmente en China ya desde el comienzo de la era cristiana, y propagado desde aquí a las regiones contiguas, se extiende a las artes y al artesanado, fundiéndose con las prácticas religiosas autóctonas: taoísmo y culto de los antepasados en China; sintoísmo en Japón; chamanismo en Corea.